El enojo y la resignación entre quienes dependen día a día de la Línea 2 de colectivos en diferentes barrios de la capital del Chaco son palpables. En cada esquina, en cada parada, las voces cansadas coinciden: la necesidad, más que la elección, los empuja a seguir esperando un servicio que parece ir a contramano de las necesidades de los vecinos.
Las historias recogidas desde distintos barrios –desde zonas céntricas hasta las viviendas después del STM– coinciden en un problema que no distingue edades ni motivos de viaje: unidades viejas, mantenimiento precario, inseguridad y la sensación constante de estar a merced de la suerte para llegar a tiempo al trabajo, al médico, a la escuela o, simplemente, para volver a casa.
Los testimonios se acumulan: dirección desgastada, frenos deficientes, colectivos que parecen desmoronarse antes de llegar a destino. El recorrido, ya de por sí extenso –»larguísimo y cansador»– se hace aún más complicado por los cambios intempestivos del itinerario y la falta de información clara por parte de los choferes.
«A veces, simplemente te dejan esperando en la esquina, aunque uno le haga señas. Algunos ni siquiera frenan, y si lo hacen, arrancan abruptamente mientras la gente aún baja del colectivo», comparten usuarios cansados. Los más perjudicados, afirman, son las personas mayores o quienes se mueven con alguna dificultad física.
A los problemas estructurales se suma el destrato por parte de algunos chóferes. Hay quienes los describen como apurados, malhumorados y poco dispuestos a ayudar. «No te explican el recorrido, no son comprensivos si surge algún problema con la tarjeta SUBE… y cuando preguntás, la respuesta es una mala cara, o peor: el silencio».
El incumplimiento de horarios se repite de lunes a viernes, pero en los fines de semana la situación es aún más dramática: largas esperas, incertidumbre, y la obligación de adivinar cuándo pasará el próximo coche. «Mi hijo sale 6:15 para la escuela, pero si pierde el de las 6:10, hasta las 7:15 no pasa otro. Y así, todo el tiempo», se lamenta una vecina. El ausentismo, la impuntualidad laboral y la falta de acceso seguro a la educación o la salud se multiplican en función del estado del servicio.
La suciedad de las unidades es otro punto crítico: «Una mugre total», reclaman varios vecinos. El anhelo de muchos es simple y contundente: «Si pudiera, me cambiaría de empresa de colectivos. Que entre otra compañía, porque la situación cada vez empeora».
Mientras tanto, para los usuarios de la Línea 2, la capital del Chaco amanece con el mismo desafío: esperar, insistir, y confiar, una vez más, en que llegarán sanos y a tiempo a destino. La esperanza de un cambio real queda, como ellos mismos dicen, «en la parada» junto a su paciencia cada vez más desgastada.