rump es como Perón, me dijo el consultor demócrata, Trump es Perón, me dijo el consultor republicano. Ambos estaban en la Convención Internacional de Consultores reunida en Montreal. Ellos que no se ponían en nada de acuerdo, coincidían en un punto.
Su interpretación sobre Perón no estaba vinculada ni a la prédica sobre la justicia social ni sobre la independencia económica ni la soberanía política. Ni siquiera lo emparentaban con la promesa del presidente electo, respecto de desarrollar una política económica que aliente la radicación de industria norteamericana y genere empleo. Esa era una de las cosas sobre las que Trump había hablado en su último discurso en el cierre de campaña en Michigan, recordando que en su anterior mandato logró que vuelvan al país las fábricas de automóviles y baje rápidamente la desocupación. Pero no era sobre eso la asociación.

Para ambos, Perón era sinónimo de poder, de hacer las cosas a voluntad. Interpretaban que Trump había vencido brutalmente al lograr persuadir a diferentes sectores de la sociedad de pintar de rojo el mapa. Y entendían que al tener control sobre la Corte y el Parlamento nada podrá detener su voluntad. Poca referencia hubo al reconocimiento de la victoria de su adversario por parte de Kamala. Para ella, lo que diferenciaba a un demócrata de un monarca o un tirano, era que el primero era capaz de reconocer su derrota y el otro no. Trump nunca reconoció la victoria de Biden.





