Considerado el mejor boxeador italiano de la historia, murió a los 87 años. Es recordado por el combate en el que Carlos Monzón lo noqueó en Roma el 7 de noviembre de 1970, para consagrarse campeón mundial.
El legendario boxeador italiano, Nino Benvenuti, falleció este martes a los 87 años de edad. Su muerte deja «huérfanos» a quienes lo idolatraron.

Nacido en la isla de Istria el 26 de abril de 1938, Benvenuti dejó una huella indeleble en el boxeo, historia que comenzó a escribir con aquella consagración olímpica entre los welter y que continuó con su reinado como profesional entre los medianos, que se extendió entre 1967 y 1970.
En el recuerdo quedarán grabados sus tres combates con el estadounidense Emile Griffith, con dos triunfos y una derrota para el italiano, pero por sobre todo los dos con el argentino Carlos Monzón.
Para sorpresa de muchos, Monzón lo destronó el 7 de noviembre de 1970 en Roma con un nocaut histórico en el que fue considerado como el «Combate del año» y luego reinó por siete años realizando 14 defensas de su corona antes de retirarse como campeón mundial.
El argentino también lo venció el 8 de mayo de 1971, después de derribarlo en los primeros asaltos de una pelea en la cual el entrenador de Benevenuti arrojó la toalla a pesar de las protestas del italiano, que después de ese combate anunció su retiro.

Con el tiempo se hicieron amigos y Benvenuti visitó en prisión a Monzón cuando purgaba condena por el asesinato de su esposa Alicia Muñíz en febrero de 1988, años antes de morir en un accidente automovilístico, el 8 de enero de 1995 a los 52 años durante una salida transitoria de la cárcel.
Inolvidables los dos duelos que Benvenuti le ganó en 1965 a su compatriota Alessandro «Sandro» Mazzinghi, el primero de ellos por nocaut en el sexto asalto para conquistar el título mundial y en la revancha por decisión del jurado tras haberlo derribado en el primer round.
A fuerza de golpes, Benvenuti se erigió en leyenda, aunque su personalidad lo convirtió también en un personaje que trascendió al boxeo y lo convirtió en el «novio» de Italia en los años del «boom» y del recuperado orgullo nacional.
Como un «parlanchín» se autodefinía debido a que, a diferencia de sus muchos de sus colegas, solía expresarse con soltura cuando le ponían un micrófono delante y exhibía una elegancia poco habitual que lo convirtió en preferido en las portadas de las revistas de aquellos tiempos.
Cuando se subía al cuadrilátero, millones de compatriotas permanecían en vela para seguir sus combates, por la radio como sucedió cuando chocó con Griffith en el Madison Square Garden de Nueva York el 12 de abril de 1967 (el gobierno italiano prohibió la transmisión en directo por TV) para consagrarse campeón mundial.
Muchos compatriotas viajaron para verlo y muchos otros, inmigrantes en Estados Unidos, lo acompañaron en esa velada histórica, tras la cual la revista «Life» comentó que en ese país «ningún campeón gusta tanto como Nino».

Por aquellos años, Benevenuti se codeaba con glorias del boxeo como el eterno Muhammad Alí (otro campeón olímpico en los Juegos de Roma 1960) y llegó a ser personaje de historietas y actor, junto con su amigo Giuliano Gemma, quien incursionó en el boxeo antes de dedicarse a cine.
«Nací para ser boxeador», solía decir cuando agradecía todo lo que había logrado en la vida por obra de este deporte y afirmaba haber recibido «más de lo que jamás hubiese imaginado».
Son muchos los entrados en años que lloran al ídolo de su infancia, cuyas hazañas transmitieron a las nuevas generaciones, que crecieron a la sombra del campeón que solía congregar en sus combates en Italia más público que los conciertos de los «Beatles» o las finales de la por entonces Copa de Campeones de Europa.
Cultor de un boxeo depurado y técnico, Benvenuti se lucía sobre el ring y fuera del mismo, con esmóquines de solapas plateadas que lo asemejaban a un personaje del jet-set, y hasta sus últimos días de vida sostuvo que «el boxeo no pasó de moda», aunque tenga menos seguidores que antaño.
Un deporte, decía también, que es un arte para entendidos y para los amantes de la belleza y la armonía y gracias al cual el hijo de un pescador tuvo su revancha tras verse visto obligado a exiliarse junto con su familia, a los siete años de edad, y con otros italianos perseguidos por los partisanos de Tito.
Con ellos se instaló en Trieste, donde -recordaba- fue «mal recibido en los campos de refugiados e insultado por los comunistas italianos» y donde dio sus primeros pasos en el arte de los puños.
A pesar de los 300 millones de liras que ganó, en la vida de Nino no fue todo oro. Estando casado y siendo padre, tuvo una aventura amorosa con quien luego se convertiría en su segunda esposa, situación por la cual el Papa Pablo VI llegó a cancelar una audiencia con él.
Situación personal que recordaba con nostalgia al afirmar que no había vuelto a tener contacto con sus hijos del primer matrimonio («No volvieron a hablarme», decía), golpe al que luego sumó otro más duro que los que recibía en el ring, cuando durante la pandemia se suicidó Stefano, su hijo de 58 años.
Sobre el cuadrilátero, fueron pocos los reveses que recibió, siendo aquel que le propinó Monzón el más duro de su carrera, en la que celebró 82 triunfos en 90 combates, 35 de ellos por la vía rápida, sumó un empate y sufrió apenas siete derrotas, apenas dos de ellas por nocaut.
Benvenuti, que alguna vez llegó a compararse con una leyenda del boxeo como Sugar Ray Robinson, tenía un estilo elegante e inteligente con el que solía confundir a sus rivales obligándolos a abrir la guardia para conectar algún golpe certero (el gancho era su preferido) con el que sacaba adelante peleas en las que era superado por su rival, como la que le ganó en 1968 al cubano Luis Manuel Rodríguez.
Alejado del boxeo, Benevenuti tuvo una visión en 1995 y sintió la necesidad de ayudar a los más débiles, razón por la cual viajó a Calcuta para hacerse voluntario en el leprosario de la madre Teresa porque, confesó en diálogo con ANSA, «la vida me dio mucho y sentí la necesidad de devolverle algo».
Hoy, Italia lo llora y lo recuerda como merece ser recordado el campeón que trascendió al boxeo.