martes, julio 1, 2025
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    Adicciones, violencia y amor: cómo es forjar una familia donde no había nada

    A los 15 años, Sofía fue echada de su hogar tras denunciar el maltrato y el consumo de drogas de su madre. Sin Techo y sin recursos, sobrevivió vendiendo empanadas y pastelitos mientras gestionaba trámites para recuperar a sus hermanos. Hoy vive con cuatro de ellos; una de sus hermanas fue secuestrada y abusada, pero Sofía la rescató con el auxilio de la Justicia.

    Por: Laura Tribbia 29 de Junio, 2025

    «Nosotros comemos una, máximo dos veces al día. Le dijeron que en Brasil iba a poder comer cuatro veces y que nos iba a ayudar. Por eso se fue». La frase, cae como un baldazo de realidad para quienes la están escuchando. Parece una historia de ficción, pero no lo es, ni un documental en blanco y negro. Es el relato de Sofía Genjo, 23 años, chaqueña, sobreviviente de una historia marcada por el abandono, la violencia, el hambre, pero también por la esperanza de que en algún momento podrá tener una vida tranquila junto a su pequeña gran familia. Lo cuenta con la voz firme, aunque los ojos le titilan con recuerdos difíciles de rearmar.

    Sofía no está sola, pero tampoco puede decir que tiene una red sólida que la contenga. Es ella la red. Desde los 15 años, cuando la echaron de su casa tras enfrentar a sus padres por la violencia y el consumo de drogas, se dedicó a un único objetivo: rescatar a sus hermanos. «Yo no sé quién soy, sé que soy la hermana mayor y mi misión en esta vida es cuidar a mis hermanitos», dijo en un momento de la entrevista. Ese es su ancla, su motor, su identidad.Previous

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    A los 15, sin techo ni recursos, comenzó a vender pastelitos y empanadas para enviarle dinero a su madre, creyendo que alimentaba a sus hermanos. Más tarde supo que esa plata no se destinaba a ellos, sino a «sustancias y al novio de mi mamá», dijo con mucho dolor porque a simple vista se puede ver que es una persona incapaz de sentimientos como odio o rencor para con esa mujer que le dio la vida.

    Pasó de casa en casa, durmió en la calle, hasta que una familia amiga la acogió bajo tres condiciones: que estudie, trabaje y algún día devuelva el favor. Sofía no solo cumplió: lo superó. Hoy cuida de tres de sus hermanos y sueña con estudiar abogacía para defender a chicos en situaciones como la suya.

    El consumo de drogas marcó su hogar materno, deterioró los vínculos y dejó a los chicos en situaciones extremas: «Estábamos encerrados en una pieza, sin poder pedir comida, sin ir al baño. Para hacer nuestras necesidades llegamos a usar toallas escondidas que tirábamos bajo la cama para que mi mamá no nos descubriera porque de lo contrario el castigo era muy fuerte», relata con entereza Sofía Genjo en la entrevista en Sudamericana.

    Cuando se le pregunta si lograban esconder esta acción, dijo mirando al piso, casi nunca. Como si en esa mirada al piso lograra borrar el recuerdo de lo que seguía.

    Eran escenas de terror cotidiano: golpes dados con cinturones, palos, cuerdas; hasta que ella, ya adolescente, comenzó a arrojar esos instrumentos fuera de la casa para protegerlos. «Si está viendo este reportaje –dice con inocencia-; quizás descubra porqué desparecían cada uno de estos elementos. Los vecinos nunca se los devolvían porque intuían lo que hacía con nosotros», explicó.

    La lucha por sus hermanos

    Años después de esa primera expulsión, Sofía logró que la Justicia le concediera la tenencia de tres hermanos: Jero, Vicky —con retraso madurativo— y Bauti. El retorno se dio en una pieza alquilada con un colchón, un ropero y un baño.

    «Teníamos tan poco, pero yo sentía que era tan feliz porque al fin podía abrazar a mis hermanitos nuevamente y hacer algo por ellos», explicó. Eso sí, tuvo que dejar el hogar donde le daban acilo porque «tampoco eran familia de mucho dinero y no podía ir con dos bocas más para alimentar», comentó y es allí donde inicia otra historia.

    «La justicia me los trajo con la cabeza rota, literalmente», cuenta. Fue en 2023 cuando la historia dio un giro inesperado. Uno de sus hermanitos llegó al colegio con la cabeza ensangrentada. Fue el llamado de atención que activó la intervención judicial. Así fue como la justicia chaqueña intervino y le preguntaron si ella –su familiar adulto más cercano-; podía hacerse cargo de ellos. No dudó un segundo, sin pensar en siquiera cómo haría, se convirtió en jefa de un hogar integrado por niños de corazón roto, pero con la fortaleza suficiente para sanar y empezar de cero. El reencuentro, en una habitación alquilada de apenas unos metros, con un colchón, un ropero y un baño, fue todo lo que no tuvieron en años: abrigo emocional.

    «Durante toda mi infancia nosotros vivíamos encerrados. Mi mamá nos encerraba en una pieza. Pedíamos comida, llorábamos para ir al baño. Terminábamos usando una toalla y escondiéndola debajo de la cama». Cuando se le preguntó sobre qué pasaba si la madre lo descubría, Sofía no duda: «Nos pegaba. Con un chicote, un cinturón con anillos de acero, palos. Algunos de esos instrumentos los fui tirando yo sin que se diera cuenta».

    La partida de su padre durante la pandemia –ya se había alejado de la casa donde vivía su madre quien conformó una nueva pareja-; fue un golpe devastador que marcó un antes y un después en la vida de Sofía. Él representaba, para ella, un pilar emocional en medio del caos familiar. Con su fallecimiento, se desmoronó cualquier atisbo de estabilidad y protección que aún pudiera quedar. Esa pérdida, por dolorosa, fue también el momento en que Sofía asumió por completo la responsabilidad: se convirtió no solo en hija, sino en referente de sostén para sus hermanos. Desde ese instante, supo que debía fortalecer su determinación para llenar el vacío con cuidados, deberes cotidianos y el amor que su padre ya no podía dar.

    Pese a todo lo vivido, Sofía entiende que sus hermanos son parte de su ser. Para ella, la promesa que le hizo a la familia que le dio un techo, comida y una cama caliente en su momento; no está cumplida. «Si alguna vez tengo la oportunidad, quiero ayudar a personas que estén como yo estuve», dice.

    Al abandono se le suma el abuso

    Victoria es su hermana con retraso madurativo. Sofía logró conseguirle el Certificado Único de Discapacidad y ayudarla a ingresar a la secundaria. Fue un logro que costó años porque ni siquiera tenía los documentos de sus hermanos. Fue una odisea hacer todos esos trámites sin un solo papel, idas incontables a hospitales y explicaciones que debían traducirse en pruebas médicas.

    Aún recuerda cómo para lograr todo lo que tienen hoy –sobre todo la documentación de sus hermanos y un espacio educativo que los contenga-; caminó sola por calles inseguras, pero siempre con el acompañamiento de funcionarios que no le soltaron la mano. Así, su hermana Vicky, como le gusta llamarla, aprendió incluso a manejarse sola en colectivo para ir a la escuela. «Es al único lugar que iba sola, pero fueron meses y meses de enseñanza. Lo que pasa es que yo no podía acompañarla porque tenía que trabajar», dijo Sofía.

    «Yo le enseñé con referencias visuales. Le decía fijate el árbol grande, la casa rosa».

    Así aprendió a volver sola del colegio «pero lamentablemente, todo el amor que ella le dio y los logros que consiguió para que su hermana se sintiera segura y feliz de salir al mundo, hubo quien lo destruyó al convertirla en víctima de un intento de trata. La captaron por redes sociales con una promesa que para ella fue el cielo porque de cumplirse, podría ayudar a su hermana: comida, trabajo seguro y una vida más cómoda en Brasil. Una gran mentira.

    «Cuando no volvió del colegio –ella llegaba todos los días al mismo horario porque hacía el mismo recorrido-; mi hermanito me avisó. Salí corriendo a la escuela, a la plaza, a todos lados. Mis hermanos también la buscaban. Hasta que un compañero dijo haberla visto cerca de la Casa de las Culturas. Revisamos las cámaras, la policía nos ayudó, y mi hermano descubrió un perfil brasilero que le comentaba las fotos. Fue así que la encontraron justo antes de cruzar la frontera de Corrientes Brasil», recuerda.

    Lo que vino después fue aún más doloroso. Victoria había sido abusada. «Le hicieron cambiar de ropa para que no la reconozcamos», contó Sofía entre lágrimas, mientras relataba cómo la joven, hoy con apoyo terapéutico, trata de recomponer su vida entre silencios, llantos sin motivo y largos abrazos que solo con Sofía se permite.

    Madre de tres niños con 19 años

    Hoy, cuatro de los cinco hermanos viven juntos. Jero, uno de los varones, también fue echado de su casa siendo adolescente. Sofía lo cuidó durante una apendicitis, buscó sus papeles uno por uno y lo inscribió en la escuela. Victoria va al colegio con dificultad, pero acompañada. El más pequeño, Bauti, ya sabe que en su hogar y junto a sus hermanos, los castigos ya no incluyen cintos ni ningún otro elemento cortante que los dañe físicamente. Pero también saben de responsabilidades porque todos hacen algo para ayudar a la economía o bienestar del hogar.

    «Tuve que aprender a inscribir a mis hermanos en el colegio, a llevarlos al médico. Yo no sabía ni cómo se sacaba un DNI».

    «Cuando me los trajeron, yo vivía en una pieza. No tenía nada más que un colchón. Pero tenía a mis hermanos conmigo. Y eso lo era todo».

    Sofía sigue trabajando. Sabe que necesita más. Lo del espacio lo solucionó porque el Gobierno del Chaco le dio la casa que tanto ansiaba para poder vivir bajo un techo seguro con sus hermanos. Pero falta mucho: recursos, atención psicológica para sus hermanos, acompañamiento escolar, trabajo. Pero lo que ha construido con lo poco que tenía es mucho más grande que cualquier ayuda económica. Su amor incondicional para con sus hermanos, la necesidad de protegerlos y el sentido de responsabilidad la convierten en un ser único, que lejos de los sentimientos negativos. por más que por ahí siente que no puede más-; siempre mira hacia adelante y va por más. Hoy incluso, inició un nuevo emprendimiento -@darkana_myst -; que los interesados pueden ayudar a sostener adquiriendo sus productos.

     

    Emprendimiento

    Sofia explica: «Hago ropa a mano y también traigo de otro lado en un emprendimiento que se llama -@darkana_myst así lo pueden encontrar en redes sociales y es de gran importancia para el sustento de la familia», aclara Sofía quien no pide dinero ni mucho menos limosnas, sino que la ciudadanía la apoye en esta difícil tarea de ser madre y hermana comprando el fruto de su trabajo.

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